MEN IN BLACK.- La noche había caído en un silencio profundo, y Daniel se encontraba sumido en el sueño. 

De pronto una sensación de caída lo despertó, y se vio a sí mismo descendiendo a gran velocidad por un túnel interminable, iluminado por un resplandor rosa neón que pulsaba con cada latido de su corazón. 

Se veia como si las paredes del túnel se deslizaban a su alrededor como un río de luz, distorsionándose en formas caprichosas que parecían susurrar secretos olvidados.

A medida que avanzaba, el túnel se expandía y contraía, Daniel sintió una mezcla de emoción y temor. ¿Adónde lo llevaría ese viaje? 

Las dudas comenzaron a disiparse cuando, al final del túnel, apareció una luz aún más brillante. Daniel sintió que se acercaba a un destino desconocido, a un lugar lleno de promesas y revelaciones.

De repente, la luz se desvaneció, y se encontró frente a un grupo de seres vestidos con túnicas blancas. 

Su presencia era tranquilizadora, y sus rostros emanaban una paz indescriptible. 

Con los brazos extendidos, parecían estar listos para recibirlo. 

Sin embargo, en lugar de la cálida bienvenida que esperaba, uno de ellos levantó una mano y, con un gesto sereno, señaló hacia el fondo del túnel.

“No debes estar aquí”, dijo la voz, suave como un susurro de viento. “Tu tiempo no ha llegado. Debes regresar”.
Entonces la confusión invadió a Daniel. 

Había anhelado este momento, este contacto con lo desconocido, pero ahora, se le decía que debía marcharse. 

Inesperadamente sintió cómo su cuerpo comenzaba a moverse hacia atrás, como si una fuerza invisible lo empujara de regreso.

Mientras caía a toda velocidad hacia el punto de origen, veia a los seres alzando las manos en un gesto de despedida. 

Esas figuras se desvanecieron en la distancia, fueron cada vez más pequeñas, mientras el brillo color rosa neón se desvanecía. 

Una profunda tristeza se apoderó de él, fue como si se estuviera alejando de una parte de sí mismo que nunca volvería a recuperar.

La velocidad del retorno lo envolvió, y de pronto, Daniel sintió que estaba de nuevo en su cama, el sudor frío cubria su frente y su corazón latia con fuerza.

 Aunque estaba de vuelta en el mundo físico, la sensación de pérdida lo acompañó. Se quedó allí, mirando al techo, cuestionándose sobre la naturaleza de su sueño y el mensaje que había recibido. 

En su corazón, sabía que esa no era la última vez que el túnel lo llamaría, ni que los seres de luz le ofrecerían la oportunidad de descubrir lo que hay más allá. 

Y con esa esperanza, se sumió nuevamente en el sueño, esperando que, algún día, el túnel lo llevaría a casa.