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El cronovisor del Vaticano

 MEN IN BLACK .- Desde que H. G. Wells escribiera su novela La Máquina del Tiempo, muchas personas se han mostrado fascinadas con la idea de poder viajar en el tiempo. Incluso la Física Teórica sueña con la posibilidad de hacer realidad algún día esta ficción.

Hoy por hoy, todo lo que se ha conseguido sobre esta materia no es más que pura  ciencia-ficción, o al menos eso parece, porque el 2 de mayo de 1972 se pudo leer sobre algo sorprendente; el semanario italiano Domenica del Corriere amanecía con un titular que sorprendía a sus lectores: «Inventada la máquina que fotografía el pasado».


Era la primera información pública sobre un tema que activaría la polémica y entre contradicciones y acusaciones de fraude, acabaría erigiéndose en un enigma que perdura hasta nuestros días. ¿Qué había de verdad en esa presunta tecnología que permitía ver y escuchar en directo a través del tiempo?
La noticia era increíble. En el semanario se afirmaba que un equipo de doce físicos, encabezados por un monje, había creado un artefacto capaz de fotografiar el pasado y que incluso había registrado episodios de la vida de Cristo.


Y demostraba tan inaudito anuncio con una imagen del rostro sufriente de Jesús en la Crucifixión.
Los fundamentos de este descubrimiento se basaban en el conocido principio de la física clásica, según el cual «la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma». El inventor del aparato, Marcello Pellegrino Ernetti, un benedictino, aseguraba haber construido su máquina basándose en el concepto de que las ondas sonoras y visuales son energía y, por tanto, están sometidas a las mismas leyes físicas que la materia. Igual que desde las partículas más ínfimas se puede recomponer un elemento en su forma primitiva, el artefacto sería capaz de acceder a las ondas luminosas y sonoras del pasado, reorganizándolas en las mismas imágenes y sonidos que las integraron en su origen.
Desde entonces, son muchas las personas que afirman que se trató de un auténtico fraude, pero otras –no obstante– defendieron la veracidad del proyecto. ¿Se trató en realidad de un fraude o existió verdaderamente el cronovisor?

Marcello Pellegrino Ernetti

Marcello Pellegrino Ernetti (Rocca Santo Stefano, 1925 - Venecia, 1994) fue un sacerdote benedictino. Con dieciséis años ingresó en la abadía veneciana de San Giorgio Maggiore, a la que siguió vinculado hasta su muerte, en 1994, y donde trabajó como exorcista y como capellán de la cárcel del Suspiro.
El también sacerdote P. Gabriele Amorth lo menciona en su ensayo An Exorcist Tells his Story (Un exorcista cuenta su historia).


Durante sus 69 años de vida, Ernetti destacó por un sinfín de aptitudes. Fue licenciado en teología, lenguas orientales, filosofía y letras, física cuántica, diplomado en piano y escritor prolífico. Sin embargo, los mayores reconocimientos los obtuvo por su labor docente sobre la música prepolifónica, anterior al siglo XI, hasta el punto de que obtuvo la única cátedra que había sobre esta materia.
Su amor por la música le llevó a Milán para estudiar Oscilografía Electrónica, una rama de la física que se ocupa de la vibración de las voces, con el Padre Agostino Gemefli.
En los años cincuenta Ernetti afirmó haber creado junto con otros científicos, entre los que incluía a Enrico Fermi y Wernher von Braun, un "cronovisor", una máquina que permitía captar imágenes y sonidos del pasado.
El Padre Ernetti afirmaba haber podido contemplar eventos tan lejanos como la fundación de Roma en el 753 a. C. o la destrucción de Sodoma y Gomorra; gracias al uso del aparato dijo poder recomponer el texto original de las Tablas de la Ley de Moisés, así como el Thyestes de Quinto Ennio. También afirmó haber captado una imagen de Jesucristo durante su calvario en la cruz. Supuestamente el Vaticano, y el Papa Pío XII en persona, estaban al corriente de las investigaciones del sacerdote, pero a la muerte de éste en 1994 el supuesto aparato seguía siendo un misterio.


                                           Ernetti con Pio XII

Un libro titulado Father Ernetti's Chronovisor: The Creation and Disappearance of the World's First Time Machine ("El Cronovisor del Padre Ernetti: la creación y desaparición de la primera máquina del tiempo del mundo"), de Peter Krassa, explora estas afirmaciones y su autenticidad. La versión estadounidense del libro incluye la supuesta "confesión" de un familiar de Ernetti, que prefiere permanecer en el anonimato, según la cual el propio Padre Ernetti reveló la verdad sobre el cronovisor en su lecho de muerte.


De todo ello, hablaré seguidamente.

Ernetti conoce al padre Brune

En su pequeño habitáculo monástico el padre Marcello Pellegrino Ernetti conoció al padre François Charles Antoine Brune una tarde de principios de la década de 1960. Los dos hombres coincidieron por primera vez durante un viaje en ferry a través del Gran Canal de Venecia. Durante su breve conversación, el padre Ernetti dijo algo que quedaría grabado en la mente del padre Brune.


Los dos, que eran expertos en lenguas antiguas, estaban hablando de la interpretación bíblica, cuando el padre Ernetti comentó que existía una máquina que podía responder a todas sus preguntas.
El padre Brune estaba realmente confundido sobre como una máquina podría hacer una cosa así. Cuando le preguntó sobre ella, el padre Ernetti describió un dispositivo al cual llamó “cronovisor”. Este era parecido a un televisor que podía sintonizar el pasado para permitir al espectador “ver y escuchar” los eventos que habían ocurrido a lo largo de la Historia.
Ernetti dijo a Brune que la máquina funcionaba mediante la detección de todas las imágenes y sonidos que la humanidad había hecho y que se encontraban “flotando” en el espacio. El padre Brune quería saber si el padre Ernetti y sus colaboradores habían sido capaces de ver la crucifixión de Cristo. Ernetti respondió: “Vimos toda la agonía, la traición de Judas, el juicio. El Calvario…”


La voz del progenitor del padre Gemefli

El 17 de septiembre de 1952, mientras analizaba junto al padre Agostino Gemefli la armonía de la musicalidad gregoriana, descubrieron con sorpresa que en el magnetófono se había registrado una nítida voz que Gemefli identificó como la de su difunto padre. Era la primera psicofonía de la historia. Gemefli, fatigado por las largas sesiones de trabajo, había pronunciado de forma mecánica y desesperada una frase invocando la ayuda de su progenitor. No daba crédito a sus oídos cuando, al reproducir la cinta magnética, escuchó: «Yo te ayudo. Siempre estoy contigo». Gemefli insistió en repetir el experimento. No había duda. Era la voz de su padre.
Preocupados por las reticencias católicas sobre el contacto con los muertos, los clérigos solicitaron audiencia con Pío XII, quien les tranquilizó asegurándoles que «la existencia de esta voz es un hecho científico que no tiene relación con el espiritismo. Lo que pasa es que se han registrado ondas sonoras procedentes de alguna parte. Este experimento quizá llegue a convertirse en la piedra angular de un gran hallazgo científico que pueda fortalecer la fe de la gente a partir de ahora». No obstante, el pontífice decidió mantener el descubrimiento en absoluto secreto.
En 1958, Giovanni Battista Montini, más tarde conocido como Pablo VI, conoció a Friedrich Jürgenson, un productor de cine sueco que le confesó haber comenzado a realizar sus primeros avances en el campo de la grabación de voces del más allá, y no se sorprendió, pues conocía las investigaciones que se habían hecho sobre este fenómeno en la Universidad Católica de Milán. Cuando Montini sucedió a Juan XXIII, en 1963, nombró a Jürgenson documentalista del Vaticano. Éste escribió a su colega británico Peter Brander: «He encontrado en el Vaticano oídos que simpatizan con el fenómeno de las voces. Hoy el puente está firme sobre sus cimientos».
Aunque Jürgenson era un ateo convencido, probablemente fue esta condición la que le convirtió en el hombre que necesitaba la Iglesia para presentar el descubrimiento a la comunidad científica. De esta manera el clero encubría los atípicos trabajos que se habían efectuado en Milán, pero el control de los experimentos continuaba bajo su dominio y Jürgenson pasaba a la historia como el descubridor de las psicofonías.
Pero el Padre Ernetti había sacado sus propias conclusiones: «La energía espiritual de las ánimas puede transformarse en ondas de radio. Ocurre por una especie de ósmosis, como una compenetración de los campos electromagnéticos psicoespirituales». Llamó al fenómeno «pneumafonía» y aseguró que, con ayuda de la ciencia, se podría lograr lo que los pitagóricos y aristotélicos ya habían intuido: que mediante la disgregación de los sonidos era posible la reconstrucción de las imágenes. Y parece que desarrolló la técnica capaz de conseguirlo: «Cada ser humano deja tras de sí una doble estela: una sonora y otra visual, una especie de carta de identidad distinta para cada individuo. En base a esto nos encontramos hoy en condiciones de volver a ver y escuchar a los personajes más grandes de la historia, reconstruyendo su rastro energético de luz y sonido».
Según Ernetti, el siguiente paso hacia la construcción de fantástico ingenio se produjo en 1957, cuando contactó con el profesor De Matos, un portugués que había analizado la dispersión del sonido. En 1963, el ministerio de Instrucción Pública le otorgó a Ernetti la cátedra de prepolifonía, lo que le dio la ocasión de convocar a expertos de todo el mundo para discutir sobre las diversas ramas de la materia. «Con ellos comencé a elaborar el sistema que me condujo a este sensacional descubrimiento», señaló.
La identidad de esos científicos es un misterio que tal vez Francois Brune pueda ayudamos a esclarecer. Este teólogo, docente e investigador de la comunicación con los muertos, en compañía del biólogo y parapsicólogo francés Rámy Chauvin, publicó en 1998 En directo desde el Más Allá, un compendio sobre el fenómeno de la obtención de voces e imágenes paranormales mediante soportes electrónicos (AÑO/CERO, 91).
En esta obra el autor narra su experiencia con Ernetti, quien –según Brune– le aseguró que había reunido a un grupo de físicos, entre los que se encontraban Enrico Fermi (uno de los diseñadores de la primera bomba atómica) y Wernher von Braun,  con cuya ayuda habría descubierto una máquina que era capaz de fotografiar el pasado.


                                             Braun y Fermi

Este sensacional hallazgo tiene un nombre: cronovisor (del griego chronos, «tiempo»). En realidad, Ernetti se inspiró en otro religioso, Luigi Borello, quien había compaginado su labor pastoral con la física, intentando desarrollar una técnica que permitiría ver y oír aquello que ha quedado memorizado en las partículas de la materia inanimada. Su teoría es diferente a la de Ernetti: «No sólo los animales tienen una memoria. El rastro de una señal luminosa o de un sonido quedaría también impreso en la materia inanimada. Una piedra recuerda, pero no tiene manera de comunicarlos. Sin embargo, las conclusiones de ambos clérigos, son idénticas: «Cada vez que los sonidos o imágenes afectan a la materia, que se transforma en parte en energía estática, pueden ser de nuevo recreados como una forma de energía aún desconocidas.
Cuando se hicieron públicos los trabajos de Ernetti, Borello se reunió con él en Roma y declaró en una entrevista a la revista AÑO/CERO: «En seguida pude comprobar que no había nada de preciso ni de cierto en todo aquello». Borello se convirtió en su principal crítico, porque Ernetti nunca mostró su máquina ni desveló su funcionamiento, ofreciendo como única descripción que su estructura estaba constituida por tres partes: una multitud de antenas que captaban todas las longitudes de onda imaginables, un selector que trabajaba a la velocidad de la luz, regulable gracias a unos circuitos que apuntaban hacia el lugar y persona elegidos, y un equipo para visionar y registrar las imágenes y los sonidos.

Ernetti cae en desgracia

Tres meses después de la publicación de la noticia en Domenica del Corriere, Ernetti quedó desacreditado cuando se descubrió que una imagen del rostro de Jesús que, según él, demostraba la viabilidad de su «cronovisor», no era más que la imagen invertida de un crucifijo venerado en el santuario del Amor Misericordioso de Collevalenza, en Perugia.


Otro fiasco fue cuando presentó como prueba el texto de la obraThyestes.
Thyestes fue escrito por Quinto Ennio, (239 a.C. Compuso una veintena de tragedias inspiradas en Eurípides. El conjunto de su obra tuvo una gran importancia en la consolidación de la poesía nacional romana e influyó notablemente sobre poetas como Lucrecio y Virgilio. Se considera habitualmente a Ennio como el primer gran poeta épico romano por sus Annales donde recoge en 18 libros de hexámetros la historia de Roma hasta su época; de esta magna obra sólo restan fragmentos. El papel de Ennio fue fundamental para sustituir el anticuado y nacional verso saturnio por el hexámetro dactílico de origen griego en el cultivo de los temas narrativos o épicos: él fue el primero que lo utilizó en Roma.
Su última obra Thyestes se produjo poco antes de su muerte, 169 a.C.) Investigadores se han preguntado acerca de esta obra desde hace siglos. En algún momento a finales de los años 60 un profesor llamado Giuseppe Marasca se interesó por las historias que leía sobre el padre Ernetti y su peculiar máquina del tiempo. Marasca contactó con él y, finalmente, se hicieron amigos. Ernetti prometió mostrar a Marasca su máquina, pero nunca lo hizo. Lo que si le enseñó al profesor era un manuscrito de lo que parecía la obra completa Thyestes, que él había copiado supuestamente mientras utilizaba el cronovisor.
El manuscrito parecía demasiado corto, sólo 120 líneas, para ser la obra completa. La mayoría de las obras de este tipo habrían sido diez veces más largas. La Dra. Katherine Owen Eldred, de la Universidad de Princeton, una experta en la obra de teatro sospechó que no era auténtica. Según explicó, muchas de las palabras que se usaron en este manuscrito no habían sido publicadas en lengua latina hasta más de dos siglos después de que la obra fuera representada por primera vez. El tipo de palabras y la forma en que se repiten también sugirieron que la persona que creó el manuscrito tenía habilidades limitadas del latín. Como Ennio, el dramaturgo, estaba usando su lengua nativa, y esto parecía muy extraño, hizo dudar sobre si el verdadero autor fue el mismo padre Ernetti.
Ernetti no volvió a comparecer durante años ante los medios de comunicación. Lo más obvio era pensar que estaba avergonzado; sin embargo, no todo resulta tan claro en esta historia…
Cuesta creer que un hombre de su elevada talla intelectual y moral se involucrara en un fraude tan burdo. A nadie le extrañaría que, de existir el ingenio capaz de recuperar el pasado, hubiera sido interceptado y vetada su difusión por las autoridades civiles o religiosas, temerosas de las consecuencias derivadas de su uso, ya que con él se podrían conocer los secretos de grandes personajes y se resolverían muchas incógnitas históricas. Como afirmaron algunos, sería posible, por ejemplo, contemplar los milagros de Jesús. Pero, ¿y si se descubriera que tales prodigios no sucedieron tal como nos han contado sino que fueron inventados por sus discípulos? Entonces se produciría una crisis religiosa sin precedentes.
Ernetti declaró que la Iglesia le puso una mordaza que no le permitía hablar.
Otro hecho es que, además, en las manos equivocadas, podría crear la “dictadura más temible que el mundo haya visto”.
Desprestigiar su trabajo resultaba fácil para la jerarquía eclesiástica. Así se garantizaba la burla de la opinión pública y se aseguraba el dominio omnipotente del Vaticano sobre el invento. Pero aún hay más…
En 1965, el diario Il Giorno difundió que los servicios secretos del Vaticano, en colaboración con los del contraespionaje italiano, detuvieron a un ingeniero llamado Antonio Beretta, bajo la sospecha de que trabajaba para el KGB. Lo cierto es que el arrestado era un experto en la teoría de la Relatividad y que durante 8 años trabajó al servicio del Padre Ernetti. La única información que pudo haber vendido a los soviéticos habría sido la relacionada con las actividades desarrolladas en el laboratorio de Ernetti, en San Giorgio Maggiore.
Durante un congreso internacional, un funcionario del ministerio del Interior soviético, Sergei Antonov, confió a un delegado occidental que «los propios trabajos de nuestros físicos nos inducen a pensar que el equipo de San Giorgio ha debido realizar ya la grabación en magnetófono de la explosión de Sodoma y Gomorra, así como la inscripción de las Tablas de la Ley en el Sinaí». Y en un artículo publicado por el diario ruso Pravda, se leía: «Las investigaciones sobre la reconstrucción del pasado efectuadas en Italia bajo el control del Vaticano y del ministerio de Interior están mucho más avanzadas de lo que se ha pretendido. Es un trabajo fuertemente vigilado por los servicios secretos del Vaticano».
Ernetti, estando muy enfermo y sabiendo que le quedaba poco tiempo de vida, envió una carta a Luigi Borello, su principal crítico. La misiva es una especie de testamento donde afirmaba que «la existencia del artefacto es una sacrosanta verdad; que se hayan captado tantas cosas del pasado es también verdad; que entre estas cosas estuviera la imagen de Jesús es verdad; y que las autoridades supremas han prohibido el uso del ingenio, es otra verdad».
Comentar también que después de su muerte los medios de comunicación locales recibieron un documento de alguien que decía ser un pariente de Ernetti pero que deseaba permanecer en el anonimato. El documento hablaba de como éste antes de morir insistió en que el cronovisor existía. El padre Brune, amigo de Ernetti, también cree que el cronovisor existe, pero que Ernetti, debido a la presión de sus superiores en los últimos años de su vida, decidió no hablar de ello. En una entrevista en 2003, François Brune afirmó que unos meses antes de la muerte del padre Ernetti en 1994, le dijo que había participado en una reunión en el Vaticano con los científicos que trabajaron en el cronovisor y que este había sido desmantelado por el Vaticano.
«Nuestro Cristo fue captado en 1953 –dijo Ernetti– mientras que el de Collevalenza fue realizado 6 años más tarde». Podemos pensar que era la palabra de un moribundo, la confesión de un religioso a otro, sin embargo demostraremos incoherencias difícilmente refutables. La fundadora del Santuario de Collevalenza resultó ser una mística estigmatizada. La obra obedecía a sus visiones, lo cual podía confirmar la validez de la evidencia presentada por Ernetti. De no ser porque el crucifijo, en realidad, data de 1930. Por cierto, ¿cómo es posible que la instantánea de Jesús sea de 1953, si el propio monje declaró que fue en 1963 cuando reunió al equipo que iba a ayudarle a construir la máquina? Pero, ¿por qué la Iglesia y los servicios secretos italianos se involucraron en algo que no era más que un delirio? Aún más importante, ¿por qué, en 1988, el Vaticano emitió un decreto según el cual serían excomulgados todos aquellos que captaran o divulgaran con cualquier instrumento técnico acontecimientos pasados?
Borello dudó de Ernetti, pero aún sostiene que la materia recoge lo acaecido y es posible recuperarlo con la tecnología adecuada. Coordinó dos equipos que trabajaron en el desarrollo del cronovisor, uno en la facultad de ingeniería de Tor Vergata, en Roma, y otro en un laboratorio de Treviso. Usaron una sonda bidireccional conectada a complejos amplificadores con los que se estimula un bloque de materia del que emana una energía. Esta experimentación es muy precisa, pero aún no podemos preguntarle a un objeto qué ha visto o ha escuchado. No obstante -concluye- «no puedo ser más concreto. El trabajo que efectuamos en Roma y Treviso es top secret».

Descripción del cronovisor

El cronovisor sería una máquina para ver el tiempo, un mecanismo con el que se podría acceder al pasado en forma de imagen y sonido. El cronovisor “sintonizaría” con el tiempo a voluntad del experimentador y guardaría los resultados en los mismos soportes que los vídeos o las grabadoras de audio.
Algunos expertos han intentado explicar que esta máquina actuaba de forma similar a como lo hace un espejo. Nosotros no nos vemos reflejados en el mismo a tiempo real, el espejo refleja como era nuestra imagen sólo unas pocas millonésimas de segundo antes, debido al tiempo que tarda la luz en viajar desde nuestro rostro al espejo y viceversa.
Partiendo de este hecho, muchos se plantean el porqué no podría ser también factible construir un dispositivo que nos permitiera mirar a través de nuestro pasado.
Ernetti dio a conocer el cronovisor en 1972, mediante una entrevista que concedió al diario italiano Domenica del Corriere, en la cual afirmó haber participado en el proceso de esta singular máquina del tiempo.
El rumor se extendió por todo el mundo. Sin embargo el padre Ernetti con anterioridad ya había dado pequeños detalles en alguna publicaciones. En Julio de 1965 una revista religiosa de Francia L`Heure d`Etre y en Enero de 1966, la publicación italiana Civiltá delle Macchine, recogieron la noticia, pero la poca importancia de esos dos medios hizo que la noticia no fuera tomada en cuenta hasta 1972.
El padre Ernetti nunca entró en detalles técnicos de la máquina, pero sí en los logros. Afirmó haber fotografiado las tablas de la ley, la destrucción de Sodoma y Gomorra, un discurso de Mussolini o la crucifixión de Cristo.
Pío XII pudo haber controlado este proyecto desde el principio, aunque lo calificó de secreto de Estado.
El proyecto fue cancelado y requisado por el Vaticano, pero no destruido, el cronovisor se encontraría a buen recaudo. Antes de morir Ernetti, que no confiaba en el Vaticano, envió una carta a Japón, país con el que tenía buena relación y contactos, y otra carta a Suiza. En esas cartas pueden estar los planos del cronovisor, ya que él prometió al Papa Pío XII que nunca haría públicos los detalles, a pesar de que varios años después seguía siendo entrevistado.


A continuación expongo la entrevista realizada en mayo de 1972 y publicada por el diario El Heraldo de Aragón, de España:

Pregunta (P) ¿Padre Ernetti, es cierto que ustedes han inventado la máquina que fotografía el pasado y han fotografiado imágenes de cuando Pío XII, Mussolini y el mismo Cristo estaban vivos?

Respuesta (R) Sí, es cierto, y hemos fotografiado otros muchos personajes históricos.

P. ¿Y cómo no se hace público este descubrimiento sensacional?

R. Porque ahora es un secreto particular del equipo de científicos que desde hace años está trabajando en este asunto. Hasta que no haya sido patentado ante el Estado no podemos hablar sobre cuál es la estructura del invento.

P. ¿Por qué?

R. Porque la cosa es tan importante que podría afectar a secretos de Estado, puede ser considerada secreto de Estado. Creo que en Italia no será aprobado: Tal vez haya que presentarlo en el extranjero, en Rusia, Estados Unidos o probablemente en Japón.

P.  ¿Y por qué en Italia no?

R. Esta máquina puede provocar una tragedia universal. Quita la libertad de palabra, de acción y de pensamiento. Se podrá saber por medio de la máquina lo que el vecino y el adversario piensa y las consecuencias serían dos: o la autodestrucción de la humanidad, o una cosa más difícil: el nacimiento de una nueva moral. Por eso estos aparatos no pueden quedar en manos de todo el mundo sino bajo el control de la autoridad.

21 años más tarde, en 1993, el periodista y escritor Javier Sierra le hizo una entrevista reveladora.
Pese a la reticencia del padre para no hablar más del tema debido a la promesa de guardar silencio que había hecho, ratificó las declaraciones dadas en la década de los setenta.

Padre Ernetti (E) Pero todo ha terminado. Yo ya hablé. El papa Pío XII nos prohibió que divulgáramos cualquier detalle sobre esta investigación, porque la máquina del pasado es muy peligrosa. Puede cortar la conciencia de libertad del hombre, ya que con este aparato se podrá conocer qué has estado haciendo esta mañana, dónde, cuándo, cómo...

Javier Sierra (S) ¿Sigue usted manteniendo, a pesar de los años, que todavía posee el texto original de las Tablas de la Ley?

E. Sí, lo tenemos. Pero no podemos desvelar nada. Lo siento.

S. ¿Y cuándo cree que podrá hablar, padre?

E. No lo sé. Ya sabe que hay muchas cosas que reciben el nombre de secretos de Estado...

S. ¿Del Vaticano?

E. No. De todos los Estados. Por eso no es posible hablar.

S. ¿Todas las investigaciones que se hicieron con la máquina se realizaron en Venecia?

E. No. En todo el mundo.

S. No sabe cuándo dejará de ser secreto, ¿verdad?

E. Espero que pronto, pero es muy difícil. Se revelarán demasiados secretos.

S. ¿Cambiaría mucho nuestra concepción de la Historia del Hombre?

E. Mucho. Incluso las lenguas serían irreconocibles...

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