Carl L. DeVito
MEN IN BLACK .- Se nos dice que nos separamos de los animales en el Jardín del Edén. Por comer los frutos del árbol de conocimiento llegamos a conocer el bien y el mal.
En ese momento perdimos nuestra inocencia, dejamos a nuestros hermanos más sencillos y no podemos volver a ese estado idílico. Pasamos de vivir en armonía con la naturaleza y los demás animales a una situación de separación.
Separación que algunos han interpretado como el dominar sobre la creación. Esta percepción de dominar nos ha llevado virtualmente a cazar animales a voluntad, ponerlos en zoológicos y hacerlos entretenernos como parte de actos de circo.
Destruimos sus hábitats para dar cabida a nuestras ciudades y caminos y no les concedemos ‘derechos inalienables'.
Podríamos, como parecen indicar los desarrollos actuales, pagar muy caro por esto.
La biosfera parece estar desapareciendo a medida que se extinguen especies a una velocidad alarmante, por mucho que tratemos de distanciarnos de otros animales, somos parte de la misma biosfera.
Pero el papel de dominantes nos lo asignamos nosotros mismos y debemos vivir con las consecuencias.
Nuestras separación de los demás animales, sin embargo, parece haber traído consigo una sensación de soledad.
Buscamos la compañía de otros, que al igual que nosotros, sean inteligentes. Algunos ven como arrogante el que nos hayamos asignado el termino de ‘inteligentes'.
Pero somos la única especie que ha desarrollado ciencia, arte, música y literatura, al menos en este sentido, somos inteligentes.
Ésta es la verdadera brecha entre nosotros y los otros animales, a nivel cerebral es grande y obvia.
Sin embargo, a un nivel biológico, las diferencias no son tan grandes. Somos parte de una ecología sutil e ínterconectada, olvidar esto podría ser algo que a la larga lamentemos.
Nuestra soledad, si es esto realmente, toma una forma peculiar. Pareciera que desde tiempos inmemoriales y virtualmente en todas las culturas de todas las épocas, la gente ha creído que no estamos solos; que compartíamos la Tierra con otras razas inteligentes.
La humanidad no es monolítica desde luego, no todos lo creían, pero si los suficientes como para hacer que las leyendas populares de los mencionados ‘otros' sean comunes y persistentes.
Después de todo, desarrollamos inteligencia y auto-consciencia, ¿por qué no podían otras especies hacer lo mismo?
En el pasado podíamos asegurar que esos otros vivían en los bosques, incluso en la montaña próxima o en algún lugar al otro lado del mar. Ya no podemos hacer esto. La Tierra es demasiado bien conocida.
Es fácil, y tentador, descartar estas creencias como el resultado de la ignorancia y la superstición. ¿Por qué entonces no murió la creencia al crecer nuestro conocimiento del mundo? ¿Por qué todos los días se cuentan encuentros con inteligencias no humanas? ¿Podría ser que el impulso para encontrar inteligencias extraterrestres entre las estrellas nazca de la misma soledad ancestral?
¿Hay algún valor en la discusión de inteligencia alienígena? Después de todo, ni siquiera hemos encontrado formas de vida primitiva ‘haya afuera'. Citando al futurista Alvin Toffler:
Si la vida en el espacio exterior no existe, se justifica que la inventemos. Todos los individuos son influenciados por mirar las imágenes que son regresadas por los espejos a su alrededor.
Moldeamos nuestra persona en respuesta a nuestro reflejo en el espejo social. De una manera similar, en nuestro mundo densamente interconectado, culturas completas son afectadas por el reflejo que producen en otras culturas – reales o imaginarias.
Poniéndolo de otra manera: lo que pensamos, imaginamos y soñamos acerca de culturas más allá de la Tierra no solo refleja nuestros temores escondidos y deseos, también los modifica…
Por más de un siglo los antropólogos que estudian las llamadas culturas primitivas han sostenido un espejo que refleja nuestras suposiciones sobre una sociedad industrial.
En este espejo podemos reconocer nuestro etnocentrismo, nuestros estrechos valores materialistas, nuestras poderosas pero limitantes suposiciones acerca del tiempo, espacio, lógica y causalidad.
Pero otros aspectos de nuestra cultura permanecen sin mostrarse.
Dado que las culturas examinadas por los antropólogos han sido, en su mayoría, tecnológicamente menos avanzadas que la nuestra, menos diferenciadas y con cambios más lentos, grandes áreas de nuestra forma de vida no son visibles por contraste ni por comparación.
Es como si la luz que se nos refleja dejara grandes zonas de sombras oscuras.
La oscuridad de esas sombras se incrementa porque las culturas estudiadas por los antropólogos han sido culturas humanas, como la nuestra, esto significa que no sólo compartimos la forma del cuerpo y órganos sensitivos, pero necesidades comunes de comida y energía, compartimos la capacidad de expresión oral y sistemas reproductivos – todo esto, construye sutilmente nuestras suposiciones de la realidad. Contrastándonos con otros humanos sólo podemos llegar a un punto.
Aquí es cuando entra la antropología ‘extraterrestre'. Precisamente porque trabaja con culturas que son (o más precisamente, podrían ser) tecnológicamente más avanzadas que la nuestra, también podrían ser menos avanzadas; al tratarse de formas de vida radicalmente diferentes a la nuestra, finalmente arrojaría luz en los rincones ocultos de nuestra propia cultura.
Elevando las suposiciones de la critica cultural, a un nivel más alto.
Por lo tanto, pone en tela de juicio la idea misma de culturas basadas en una epistemología única, de una sola línea temporal o simplemente, las modalidades sensoras humanas.
Obliga a preguntarse sobre la inteligencia y la consciencia. Hace que uno se pregunte si nuestras suposiciones en probabilidad se aplican de forma universal. Mientras todo esto ocurre, también da forma intelectualmente a la pregunta de exploración espacial y su relación con nuestro mundo.
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