MEN IN BLACK.-  En una noche oscura y sin luna, Adilh se encontraba en la azotea de su casa, disfrutando de la brisa fresca que le proporcionaba un respiro del calor del día. Vivía en un barrio tranquilo y solitario, donde rara vez algo rompía la calma de la noche. Pero aquella noche sería diferente, una que nunca olvidaría.
Adilh había salido de su cuarto para buscar algo de aire fresco. Al asomarse a la azotea, notó que la calle abajo estaba desierta, iluminada únicamente por las luces parpadeantes de los faroles. 

Todo parecía en calma, hasta que de repente, un escalofrío recorrió su espalda y un extraño sonido sibilante le hizo voltear la cabeza.

Allí, sobre la calle, vio una figura que desafió toda lógica y comprensión. 

Un hombre pájaro, oscuro y amenazante, volaba casi al ras del suelo. Su movimiento era silencioso, casi etéreo, y parecía increíblemente fuerte. 

Vestía completamente de negro, y sus alas extendidas eran enormes, proyectando sombras que danzaban bajo las luces parpadeantes.

El viento comenzó a soplar de manera extraña, gélido y cortante. Las hojas de los árboles se movían de forma inquietante, como si respondieran a una presencia invisible. 

Adilh se quedó paralizada, incapaz de apartar la vista de la criatura que se desplazaba con una gracia antinatural.
De repente, los ladridos de los perros comenzaron a resonar en la calle. 

Eran ladridos furiosos y aterrados, que se alzaban en la oscuridad como una advertencia desesperada. Adilh observó horrorizada cómo el hombre pájaro se abalanzaba sobre un grupo de perros que corrían y ladraban frenéticamente. 

Con un solo movimiento de sus alas, los envolvió en una sombra impenetrable.

Los ladridos, antes intensos, comenzaron a desvanecerse, transformándose en débiles gemidos que se perdían en la lejanía. 

Adilh sintió un nudo en el estómago mientras veía cómo la criatura ascendía nuevamente, llevándose consigo a los perros. 

El hombre pájaro desapareció en la noche, dejando tras de sí un silencio sobrenatural y perturbador.

Adilh se quedó allí, temblando, sintiendo que el frío de la noche la envolvía. Nunca pudo olvidar aquella visión, ni los sonidos que la acompañaron. 

En su mente, la figura del hombre pájaro permaneció como una advertencia de que hay cosas en este mundo que escapan a nuestra comprensión, entidades que acechan en la oscuridad, esperando el momento perfecto para manifestarse.
A partir de esa noche, Adilh ya no pudo mirar la oscuridad de la misma manera. Siempre, en el fondo de su mente, permanecía el recuerdo de la criatura voladora, una sombra que desafiaba la razón y que se llevó consigo la tranquilidad de su barrio.