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Un Viaje a las Pléyades

 


MEN IN BLACK.- 
Desde hace varios días, algo fuera de lo común había comenzado a ocurrir en mi vida. 

Era como si una presencia invisible estuviera intentando comunicarse conmigo dejando mensajes en mi mente. 

No recibía palabras al azar, sino algo mucho más profundo: una invitación sutil como un llamado para acudir a un lugar solitario cercano a una carretera que conozco muy bien, por cierto próxima a un canal de aguas profundas. 

El sitio? un paraje oscuro y silencioso donde hasta el viento parece silbar con más intensidad, además la hora que me indicaron no podría ser más inquietante: 3:30 de la madrugada.

Los primeros mensajes llegaron de noche mientras yo intentaba dormir. Una voz calmada, casi artificial, llena de una calma inexplicable, me transmitía la misma frase: 

“No tengas miedo, si no quieres subir, no hay problema. Queremos invitarte para que veas nuestra nave por fuera y por dentro”. 

Cada palabra resonaba en mi mente como un eco suave mientras una figura aparecía ante mí  con más claridad: 

era un hombre alto, de cabello rubio y ojos azul profundo, vestido con un traje azul y negro. Aunque sentía miedo,  había algo que me daba paz, una especie de calma que contrastaba con mi instinto de precaución.

Durante dos noches rechacé la invitación, temeroso de lo que podría encontrar en ese lugar desolado. La idea de estar solo junto a un canal oscuro a esas horas de la madrugada me parecía aterradora. 

Sin embargo, en la tercera noche algo cambió. 

En lugar de quedarme en casa, sin pensarlo ya estaba en el lugar que me habían indicado, era como si mi cuerpo hubiera obedecido ese llamado.

Y ahí estaban ellos, los mismos hombres rubios de pie sobre lo que me parecía se trataba de una plataforma flotante. 

El líder, quien siempre había sido el portavoz, me miró directamente y me dijo: 

“Estamos recreando tu experiencia para que veas cómo es nuestra nave y nuestro mundo. Sube, no tengas miedo. Estamos en el futuro”. 

Fue entonces cuando algo extraordinario ocurrió: 

una nave plateada y azul apareció detrás de ellos, majestuosa y silenciosa. Su superficie era lisa y metálica, reflejando la luz de manera hipnótica. 

Las luces que emanaban de ella eran suaves y cambiaban de tonalidad entre azules y plateados, como si respiraran. 

De la nave, una especie de brazo metálico descendía, desenrollándose como una escalera iluminada con luces que parecían leds. 

Los escalones tenían formas tridimensionales, algo así como diamantes que reflejaban destellos al contacto con la luz.

Mientras observaba maravillado, dos de ellos bajaron y se colocaron a mi lado. 

Me tomaron suavemente por los brazos y me guiaron hacia la nave, explicándome que el suelo no era como el de la Tierra. 

Sentí como si me hundiera ligeramente en algo similar al agua, pero sin mojarme. 

Arriba, el líder me esperaba con una sonrisa. 

Extendiendo su mano, me señaló una entrada que se abrió de la nada. 

La superficie de la nave, pulida y brillante, no mostraba puertas ni ranuras, pero ahí estaba: una apertura que invitaba a entrar.

Dentro, todo era aún más sorprendente. 

El espacio parecía expandirse, mucho más grande de lo que había percibido desde afuera. 

Las paredes eran translúcidas y emitían un brillo tenue que cambiaba según avanzábamos. 

Me mostraron una sala central donde había pantallas completamente transparentes que se iluminaban conforme pasábamos. 

Estas pantallas proyectaban mapas, imágenes del espacio y patrones de energía desconocidos. 

Los controles eran minimalistas, consistían en superficies lisas que respondían al toque de sus manos, generando hologramas que se movían fluidamente.

En una sección de la nave, había un invernadero sorprendente. Las plantas no eran como las de la Tierra; tenían hojas de colores vibrantes, algunas translúcidas, que parecían irradiar una energía propia. 

Había flores que se movían ligeramente, como si respiraran, y una cascada de agua azul cristalina que caía desde el techo, alimentando este ecosistema. 

Todo estaba bañado en una luz azul suave que creaba una atmósfera de calma absoluta.

Cada entrada dentro de la nave tenía un símbolo: un conjunto de triángulos entrelazados con líneas que parecían conectarlos, formando patrones geométricos complejos. 

Era como si cada puerta tuviera un código propio, pero a la vez parecía un lenguaje que no logré entender. Mientras tanto me explicaban cosas sobre la Tierra y me mostraban una pantalla que proyectaba el espacio y las estrellas. 

Al preguntar por qué tenían esas imágenes, el líder respondió, sonriendo: “Hemos viajado a nuestra estrella. Fuiste elegido”.

Quise preguntar más, pero de pronto me encontré de vuelta en el lugar donde todo comenzó. 

Ellos seguían flotando en su plataforma, y el líder, con su mirada profunda, me dijo: 

“Esto que viviste es lo que pasará cuando subas a nuestra nave. Ahora entiendes por qué no debes temernos. Sin embargo, si decides venir con nosotros, volverás al futuro. Tu familia ya no existirá cuando regreses. Serás un viajero del tiempo”.

Su propuesta me llenó de preguntas y temores. Guardé silencio.

El continuó: “No tengas miedo. Por ahora, debemos irnos. No podemos quedarnos más tiempo en este planeta”. 

Vi cómo entraron nuevamente en la nave. 

Esta vez, no podía ver la estructura completa, solo la puerta que se abrió de la nada. 

Cuando los últimos de ellos cruzaron, la puerta se apagó abruptamente, como si un holograma hubiera sido desconectado. 

Todo lo que quedaba era oscuridad, como si nunca hubieran estado ahí.

Desperté sobresaltado, y al mirar el reloj, eran las 6:30 de la mañana. Habían pasado tres horas desde que escuché la voz por última vez. 

Aún no puedo explicar si lo que viví fue un sueño o algo real, pero cada detalle permanece grabado en mi mente como si realmente hubiera ocurrido. 

Me pregunto qué habría pasado si hubiera decidido aceptar su invitación. 

¿Será que algún día volverán?


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