Un estadounidense y un ruso están ya en la Estación Espacial. Pensando en Marte, médicos estudiarán los efectos de la ingravidez prolongada en el organismo humano.
MEN IN BLACK    .-      El astronauta estadounidense Scott Kelly y su colega ruso Mijail Kornienko despegaron ayer en una misión para pasar un año (342 días) en el espacio.

El viaje es el primer intento de la NASA por mantener a personas fuera de la Tierra durante un año, una prueba para futuras expediciones a Marte que durarían de dos a tres años.

La cápsula espacial Soyuz despegó de la plataforma de lanzamiento que Rusia tiene en las estepas de Kazajistán y se acopló con la Estación Espacial Internacional (ISS) unas seis horas después de que hubo efectuado cuatro órbitas a la Tierra.

El cosmonauta Gennady Padalka, de Rusia, también viajó en la misma cápsula Soyuz, pero permanecerá el periodo estándar de estancia en la Estación Espacial, es decir, seis meses.

Además, el gemelo idéntico de Kelly, el astronauta retirado Mark, aceptó participar en muchos de los mismos experimentos médicos que su hermano en órbita para que los científicos puedan comparar un organismo en el espacio con su doble genético en la Tierra. Ambos tienen 51 años.

Kelly y Kornienko, éste de 54 años, permanecerán hasta marzo de 2016 en la estación orbital. En ese periodo se someterán a amplios experimentos médicos y prepararán la estación para que pueda recibir en 2017 la llegada de cápsulas de empresas privadas estadounidenses que llevarían astronautas.

Lo anterior significa que Kelly participará en diversas caminatas espaciales, incluida la primera en su carrera.

Ambos hombres también supervisarán los arribos y partidas de numerosas naves de carga, así como la llegada de otras tripulaciones enviadas al espacio en naves rusas y la visita prevista para setiembre de la cantante Sarah Brightman, que viajará a la estación como “turista espacial”.

Un experimento médico

Los médicos están ansiosos por saber qué sucederá con Kelly y Kornienko una vez que excedan la permanencia habitual de seis meses, como los demás ocupantes de la estación espacial.

Los huesos y los músculos se debilitan en la ingravidez, al igual que el sistema inmunológico. Como los fluidos del cuerpo tienden a subir a la cabeza ante la ausencia de gravedad, aumenta la presión en el cerebro y los ojos, lo cual afecta negativamente la vista a algunos astronautas cuando están en el espacio.

La misión de un año permitirá a los médicos evaluar si ambas situaciones empeoran con una permanencia larga en el espacio o si se llega a un punto de estasis o incluso si se disipan.

La NASA jamás ha tenido a un astronauta más de siete meses consecutivos en el espacio. Los rusos tienen la marca mundial de permanencia con 14 meses, impuesta por Valery Polyakov en la estación orbital Mir en 1994-1995.

Siete cosmonautas rusos más pasaron entre ocho y 12 meses en la Mir. Todos los que estuvieron largo tiempo en el espacio continúan vivos, menos uno.

Una permanencia de un año en el espacio conlleva no sólo desafíos físicos sino también emocionales. El día anterior al lanzamiento, Kornienko dijo que extrañará ver paisajes.

Actualmente en la ISS están el ruso Anton Shkaplerov, la italiana Samantha Cristoforetti y el estadounidense Terry Virts, quienes deben volver a la Tierra en mayo.


Europa refuerza su versión del GPS norteamericano

La Agencia Espacial Europea (ESA) lanzó ayer desde el puerto espacial de Kurú, en la Guayana Francesa, la cuarta pareja de satélites del sistema de navegación Galileo, la apuesta europea para competir con el GPS estadounidense. 

El lanzamiento tuvo lugar desde un cohete ruso Soyuz, del mismo tipo que falló el pasado 22 de agosto a la hora de colocar en la órbita correcta los dos anteriores satélites, pero que ha sido sometido a comprobaciones y modificaciones. En aquella ocasión, un error del lanzador los situó en una órbita elíptica incorrecta, que fue corregida posteriormente como resultado de diversas maniobras que, además de variar la órbita del ingenio, consiguieron reducir su exposición a la radiación para garantizar “un comportamiento fiable a largo plazo”.

Estos dos nuevos satélites son el séptimo y octavo, respectivamente, del sistema global de navegación, que se espera esté plenamente operativo en 2020 con 30 satélites distribuidos en tres planos orbitales a 23.222 kilómetros de altitud. Esa cantidad, según la ESA, ofrece una probabilidad del 90% de poder ver un mínimo de cuatro en cualquier momento y desde cualquier lugar del mundo, lo que en principio es suficiente para determinar con precisión la posición del usuario.

Los primeros cuatro satélites, junto a la infraestructura de tierra asociada y a complejos simuladores del sistema, permitieron validar las operaciones y las prestaciones del sistema; los dos siguientes inauguraron el tercer plano orbital, y los restantes son necesarios para completar la constelación.