Cuando navegas por internet solo ves el 4% de lo que hay. El otro 96% preferirías no haberlo visto. Hemos entrado en el lado oscuro de la red y lo contamos
MEN IN BLACK PROYECT.- No llevo traje ni la máscara de V de Vendetta como Anonimous. Me desenvuelvo bien con la informática y, lejos de entrar en la Deep Web por curiosidad, quería constatar qué verdades hay tras los rumores de la Internet Profunda. Había escuchado multitud de leyendas urbanas antes de decidir investigar sobre este submundo: ¿grupos de caníbales?, ¿tráfico de órganos, ¿vídeos snuff?, ¿asesinos a sueldo?, ¿venta de drogas y armas? Sí, sí, sí, sí y sí. Me crucé con todo ello, y para el pesar de la humanidad, esto solo era una pincelada de la realidad.
Después de estudiar el asunto en foros y páginas tenía claro que tan solo necesitaba un navegador que me permitiera acceder, un sistema para ocultar mi IP (el DNI del ordenador), un buen antivirus y formatear el portátil una vez concluida la investigación. Eran unas reglas simples, solo que en la práctica siempre hay algún pero. Si no, que se lo digan a mi cuenta de Gmail, Twitter y Amazon, cuando al cabo de unos días de estar navegando por ellas recibí el aviso de cambio de contraseña o empecé a seguir de forma automática a cientos de cuentas árabes.
No existe buena protección para navegar por la Deep Web. Esa es la máxima a tener en cuenta, por encima de cualquier otra regla. Pero que nadie se lleve a engaño, entrar ahí es relativamente fácil para cualquiera que tenga conocimientos medios de informática. Así lo corrobora Fernando Caudevilla, médico madrileño especializado en el consumo de drogas dentro de esta red. Muchos también le conocen por ‘Doctor X’, el sobrenombre que le otorgó el colectivo Energy Control para el que colabora desde hace 16 años como consultor. Solo hay que instalar TOR, el navegador más utilizado, para poder bucear en un océano de corrupción. Sí, a un par de clics la depravación espera.
Lo que muestran Google y otros buscadores es solo la punta del iceberg, un mísero 4% de internet. Pero con matices: ese otro lado que se esconde es la denominada Deep Web, que contiene millones de datos dinámicos de páginas y códigos, por lo que no todo es información al uso. Hay que entender también que estas webs no usan un nombre sencillo para su búsqueda, sino que utilizan nomenclaturas con extensión ‘onion’ que cambian de forma deliberada (por ejemplo, zqktlufz35chz7ne.onion), lo que hace muy difícil su rastreo. Como último concepto, se debe conocer la existencia de una ciberdivisa que ha revolucionado el mundo digital, ya que permite el anonimato total: el Bitcoin, la moneda más utilizada bajo el iceberg.
Comienza el viaje
El amparo de la noche es ideal para entrar por primera vez. Me siento como Dante antes de iniciar su camino a las profundidades del averno. Oculto de miradas indeseadas me sitúo en una habitación que utilizaré como centro de operaciones. El silencio es rasgado por el sonido que emite el portátil al encenderse. Tras unos clics, el logo de TOR, una cebolla, se muestra en pantalla, iluminando mi cara. Hago lo que todos recomiendan: iniciar mi visita a la Deep Web con la Hidden Wiki, que como su propio nombre indica, es la Wikipedia del lado oscuro de internet. Y efectivamente, así es. Igual que pasear por un gran centro comercial para delincuentes. Todo organizado por secciones y bien explicado: robos de tarjetas, primera planta; compra de armas ilegales, segunda planta; pornografía infantil, planta baja. Hasta se pueden escuchar jingles comerciales en forma de anuncios.
Parece insólito, pero es verdad. Traficantes, pederastas y otros delincuentes exhiben sus servicios sin temor alguno. ¿Cómo es posible que no se invaliden estas páginas y se detenga a sus promotores? «No hay herramientas legales para bloquearlas. La IP de los usuarios cambia constantemente y, a diferencia de la nube normal, no hay registros sobre los que poder actuar», explica un agente del Grupo de Delitos Telemáticos de la Guardia Civil (GDT), que prefiere mantener su anonimato. El abogado y profesor de Derecho Constitucional Óliver Roales cree que «más que cambiar la legislación actual, hacen falta más recursos» y cuestiona el papel de la Policía cuando se infiltra en los grupos delictivos de la Deep Web al considerar que puede cometer un delito para frenar la comisión de otro: por ejemplo, el compartir fotos de menores desnudos para capturar a un pederasta.
Decido contrastar todo pasando varias noches frente a la luz del portátil, viendo los llamativos escaparates de ese centro comercial antes de adentrarme en alguna tienda. No encontré ningún acto delictivo que no pudiera ser satisfecho.
Empiezo por el de los Servicios Financieros, el primero que me llama la atención. La página DreamWeavers ofrece tarjetas con 2.000 dólares de saldo por 112 dólares (magnéticas) y 145 dólares (con chip). O tarjetas regalo de Amazon con 100 euros de saldo a cambio de abonar una cuarta parte.
El segundo bloque, y este realmente sorprende por su contenido, y no para bien, es el llamado Servicios Comerciales. Si alguna vez me hubiese preguntado cuánto costaba asesinar a una persona, acababa de obtener la respuesta: 45.000 dólares por una muerte normal, 60.000 por una desaparición y 75.000 si quisiera hacerlo parecer un accidente. La página parece el sueño de Tony Soprano. ¿Es real?, ¿una estafa?, ¿una trampa del FBI para coger a algún incauto? Ni tengo el dinero, ni la intención de averiguarlo.
Continúo mi recorrido por esta sección y descubro CStore, una web que vende a mitad de precio móviles, tabletas, videoconsolas y portátiles de alta gama comprados con tarjetas falsas. Aquí, para evitar la estafa, existe el llamado ‘escrow’, una suerte de intermediario que no paga al vendedor hasta que el comprador ha recibido el producto. De repente aparece en pantalla el nombre Fixed European Leagues Matches, que trafica con información de partidos de fútbol amañados.
Guiado por el mapa de la Hidden Wiki, sigo visitando páginas: en una se ofrecen hackers con experiencia que brindan sus servicios para piratearlo todo (correos electrónicos, cuentas de Facebook, webs e incluso espionaje); en otra venden pasaportes y documentos falsos; en otra más se comercia con armas ilegales… hay un montón de lugares con cientos de fotos comprometidas de famosas; zoofilia; depravaciones varias. Y la joya de la corona: Silk Road. El nombre me suena… ya recuerdo por qué.
Era el primer martes de octubre del año 2013. El reloj marcaba poco más de las tres de la tarde. Un joven llamado Ross William Ulbricht entraba a la Biblioteca Pública de San Francisco. Entre mesas y estantes repletos de libros, varios usuarios navegaban por la red. Ulbricht, tranquilo, se sentó y sacó su ordenador. Pero había una gran diferencia con los demás: su conexión era a la Deep Web. Minutos después, entre gritos, un grupo de agentes del FBI le rodeaba y detenía. Ulbricht era en realidad el administrador del portal ‘Silk Road’, una especie de eBay donde los internautas compran drogas a domicilio.
La acción ponía fin a una investigación de dos largos años. La página fue cerrada. Poco después nació Silk Road 2.0, que también se clausuró. Pero solo un día más tarde apareció Silk Road 3.0, que es la que reluce ahora en la pantalla de mi ordenador. La web, muy similar a eBay, tiene como anuncio destacado un gramo de cocaína pura por ochenta euros, con envío desde España. No doy crédito. ¿Puedo comprar droga desde casa y que me llegue al buzón como si de un libro de Amazon se tratara? Sí. Y poco puede hacer la Guardia Civil. Según el agente de la GDT, «es imposible detectar un paquete tan pequeño entre los miles de envíos que pasan por Barajas, porque incluso, en ocasiones, la droga va impregnada en el propio folio y hay que sacarla con productos químicos».
Tras dos días investigando las decenas de páginas que enlaza la Hidden Wiki, decido ir más allá y adentrarme en foros y grupos privados donde necesito registrarme para poder ver su contenido. Empiezo a percibir que hasta en la Deep Web hay niveles más profundos para los que es necesario tener llaves instaladas en nuestro dispositivo que permitan franquear el acceso a esos portales. Una suerte de barreras que dificultan la entrada a los más curiosos. Si algo he sacado en claro es que a los asiduos a la Deep Web no les gustan ni los periodistas, ni los policías, ni los Caballeros Blancos, que es como denominan a los usuarios que denuncian delitos. Me vetaron de varios foros tras comentar por privado a algún miembro que estaba escribiendo un reportaje.
CebollaChan es la siguiente parada. El principal foro de habla hispana que ha experimentado una total metamorfosis, ya que el anterior se había llenado de pornografía infantil o CP (del inglés ‘Child Porn’). Su estructura, similar a la de cualquier foro conocido, alberga mensajes de lo más grotesco: ¿cómo puedo extorsionar a alguien vía internet?, ¿cómo puedo dormir a mi vecina para violarla y que no se entere? Lo peor de todo es que tanto esas preguntas como sus respuestas son en apariencia reales.
Un usuario de este foro propone iniciar un negocio online legal. Me desconcierta el adjetivo «legal» en un sitio como la Deep Web. Contacto con él para recabar más información. Quiere vender tarjetas de tiendas online al 40% de su precio. Eso hace que me plantee el origen de las tarjetas con un 10-20% de descuento que he comprado varias veces en eBay y otros foros de la Clear Web, que es como se denomina a la red visible por los buscadores habituales.
Visito otra ‘tienda’ donde se comercia con vales de Zara, Pull&Bear y Massimo Dutti a la mitad de su precio. El vendedor me ofrece un vale de 100 euros por 50 y me explica que desde que se inicia el proceso tengo un máximo de tres horas para ir a la tienda y canjearlo. Me imagino que su ‘método’ consiste en insertar en la base de datos de esas tiendas el código del ‘cheque regalo’ y que el límite de tres horas es lo que suelen tardar desde el sistema en darse cuenta de la inclusión y borrarlo.
Pero en este foro lo que más proliferan son las teorías conspirativas, la pornografía, los tutoriales para fabricar bombas o cocaína, los manuales que enseñan a torturar y la solicitación reiterada de un vídeo llamado ‘Daisy’s Destruction’. ¿Qué tiene ese vídeo para que tanta gente lo pida y, sin embargo, nadie publique su enlace? A veces merece la pena ser un ignorante en ciertos temas. Una búsqueda por la red me lleva a una página en la que explican paso a paso su contenido documentándolo con imágenes censuradas. En ‘Daisy’s Destruction’ una mujer asiática enmascarada cuelga a una niña de ocho años de unas cadenas, la somete a vejaciones y la mata de forma brutal. Y eso es lo que tantos buscaban ver. La cruel realidad supera a la más abominable ficción.
Un alto temporal en el camino
Necesito desconectar. Las imágenes no se me van de la cabeza. Llevo días durmiendo mal. Me despierto gritando en mitad de la noche. Tras un paréntesis de una semana las cosas empiezan a volver a su cauce y retomo la conexión a la Deep Web. Sigo recabando información.
En lugar de continuar con algo duro, busco cosas más o menos reconfortantes dentro de ese infierno virtual. Visito páginas como WikiLeaks y SecureDrop, donde gracias al anonimato que ofrece esta red pueden salir a la luz temas que de otra forma serían inviables. Una herramienta muy útil para periodistas que trabajan desde países donde la libertad de expresión está coartada.
La Librería Imperial también se ha convertido en un referente de la Deep Web, con 85.000 libros en su haber, entre ellos los manuales del ejército estadounidense, los diseños de Nikola Tesla (uno de los inventores más importantes de finales del siglo XIX) o el enigmático Manuscrito Voynich.
Aún me falta verificar hechos de los que he oído hablar pero que todavía no he podido corroborar. ¿Hay vídeos snuff, grupos de suicidas o canibalismo?¿Es tan fácil adentrarse en grupos de pederastas? Utilizando buscadores propios de la Deep Web, como Grams y Torch, que me llevan de un foro a otro, doy con varias páginas en las que se comparten vídeos de torturas, vejaciones y asesinatos. ¿Quién disfruta viendo algo así? La psicóloga Violeta Gómez Warletta lo explica: «El ser humano abarca un espectro de comportamientos muy amplio que llega a lo terrible, teniendo como elemento clave la empatía, cualidad de la que los psicópatas carecen». Y en la Deep Web hay mucho psicópata suelto.
Entretanto, tropiezo con multitud de extraños lugares. Uno es especialmente repulsivo, con vídeos de personas desnudas defecando delante de la cámara. Hoy por hoy sigo sin comprender su existencia.
Más tarde doy con un foro en el que la gente ofrece consejos para suicidarse y otros cuentan sus intentos fallidos. Los mensajes, llenos de comentarios melancólicos, dan, por ejemplo, instrucciones de cómo cortarse las venas de forma eficaz.
En ese instante recuerdo el caso de un alemán que había quedado con otro mediante la Deep Web para comérselo. Sí, como suena. Una persona deseosa de morir se ofrecía a otro para que ejerciera el canibalismo con él. Tras navegar de chat en chat buscando algún índice de su existencia, doy con uno de habla inglesa donde un usuario, que dice ser psicólogo, me facilita un enlace a un grupo de canibalismo. Al entrar en él veo cómo allí se habla abiertamente de qué partes del cuerpo son las más sabrosas o se realizan encuestas sobre qué tipo de personas son las más apetitosas.
Grupos de pederastas
Finalmente, solo me queda verificar si es tan fácil entrar a un grupo de pederastas. Efectivamente, lo es. En la Internet Profunda se utilizan sobre todo dos términos para referirse a la pornografía infantil: Hard Candy, que sería la pornografía infantil al uso, y Jailbait, que está más permitida en foros por englobar a menores en la pubertad.
No hace falta bucear mucho para toparse con ella. La propia Hidden Wiki ya nos ofrece enlaces a contenido Jailbait, pero existe otra wiki, la versión sin censura, que enlaza a páginas aún peores, donde sí hay contenido sexual de toda índole. Una de ellas detalla paso a paso cómo mantener relaciones sexuales con niños pequeños.
De repente, en un tablón de mensajes, aparece esta frase: «Quiero una pizza de queso cocinada entre 6 y 12 minutos». Quien lanza ese mensaje no está pidiendo una pizza, sino pornografía infantil de menores de entre 6 a 12 años. Lo peor de todo es que, como comenta la psicóloga Gómez Warletta, «los depravados ven su comportamiento más aceptable al encontrar grupos de personas que hacen lo mismo».
Llego a un chat de habla inglesa llamado ‘Pequeñas chicas malas’, donde grupos de personas se dedican a compartir y a comentar las fotografías que unos y otros suben a la red. Las alusiones con doble significado allí no existen. No se amedrentan en pedir imágenes de niños y niñas menores de 10 años manteniendo relaciones sexuales.
En ese momento, decido cerrar el navegador de la cebolla, esperando que su hedor se disipe. Desconecto el Hotspot Shield, que oculta aún más mi IP, y apago el portátil con la esperanza de que todo el infierno que he visto se desvanezca de mi mente como si de un mal sueño se tratara.
Fuente: el correo
Fuente: el correo
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