MEN IN BLACK PROYECT.- Los platos voladores fueron un invento del periodismo. El 24 de junio de 1947, mientras sobrevolaba el monte Rainier, en el estado de Washington, el comerciante Kenneth Arnold dijo haber visto unos discos con forma de media luna que “volaban como si lanzaras platos sobre el agua”.
Bill Bequette, redactor de la agencia Associated Press, tuvo la primicia, pero tomó la metáfora al pie de la letra y escribió que misteriosos “platillos voladores” surcaban el cielo. Fue el vuelo de bautismo de los ovnis, un poderoso motivo de la cultura popular que no ha perdido el misterio y el encanto a setenta años de su primera aparición.
Poco después del avistaje de Arnold se produjo otro hecho fundacional de la mitología ovni: la presunta caída de una nave extraterrestre en Roswell, Nuevo México, el 10 de julio de 1947.
Lo significativo del episodio no parece tanto la discusión alrededor de su veracidad como haber instalado temas que se replican incesantemente, en particular la sospecha de que el gobierno de EE.UU. ocultó información sobre un contacto con alienígenas (y de ahí la idea de una conspiración de silencio que involucra a otros gobiernos) y que aún existen informes preservados en secreto, una conjetura que entre otras historias tornó verosímil la fraudulenta autopsia al alien que supuestamente tripulaba el platillo.
Lo significativo del episodio no parece tanto la discusión alrededor de su veracidad como haber instalado temas que se replican incesantemente, en particular la sospecha de que el gobierno de EE.UU. ocultó información sobre un contacto con alienígenas (y de ahí la idea de una conspiración de silencio que involucra a otros gobiernos) y que aún existen informes preservados en secreto, una conjetura que entre otras historias tornó verosímil la fraudulenta autopsia al alien que supuestamente tripulaba el platillo.
El mismo alien aportaba una prueba de la falsedad de la autopsia. No porque fuera un muñeco compuesto para la ocasión sino porque representaba un tipo de extraterrestre (de baja estatura, algo deforme, con ojos grandes) clásico en los informes de los años 80 y 90 y muy distinto de los seres altos y de aspecto angelical de los 50.
La forma de representar a los extraterrestres cambia históricamente y acusa la influencia del cine y la literatura de ciencia ficción, así como los ovnis pasan de ser objetos concretos y aparentemente materiales a difuminarse en luces escurridizas, precisamente cuando la tecnología permite mejores registros visuales.
La forma de representar a los extraterrestres cambia históricamente y acusa la influencia del cine y la literatura de ciencia ficción, así como los ovnis pasan de ser objetos concretos y aparentemente materiales a difuminarse en luces escurridizas, precisamente cuando la tecnología permite mejores registros visuales.
A la vez, las hipótesis sobre los motivos de sus visitas o de su interés en los humanos se verosimilizan sobre el horizonte cultural de cada época. Durante la guerra fría, por ejemplo, venían en son de paz y para alertar a las grandes potencias de los riesgos de la confrontación nuclear, como anunció Klaatu, el bondadoso personaje extraterrestre que protagonizó la película El día que la Tierra se detuvo, de Robert Wise en 1951.
“El fenómeno ovni acompaña a la cultura", dice el psiquiatra rosarino Néstor Berlanda, ex integrante del Círculo de Investigadores del Fenómeno Ovni (Cifo) y ahora de la Fundación Mesa Verde. "Los estereotipos del cine después coinciden con lo que la gente observa. Pero la gente no miente ni fantasea, le pasó algo, tuvo una experiencia extraña, un encuentro extraordinario con algo fuera de lo convencional”, remarca.
Berlanda suscribe lo que llama ufología racional. “No pensamos que haya extraterrestres dando vueltas y secuestrando a las personas -dice-. Sí que hay algo de naturaleza desconocida que interactúa con la conciencia humana y con la cultura y que da lugar al fenómeno ovni y entre otras cosas a la abducción”, como se conoce a los encuentros cercanos con criaturas que no parecen de este mundo.
Contacto en Argentina
En el libro Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina, el periodista e investigador Alejandro Agostinelli reconstruyó en base a abundante información, documentos, entrevistas y notas de color los principales hitos de la ufología criolla, desde las recurrentes profecías apocalípticas de don Pedro Romaniuk hasta las aventuras del Comandante Clomro, “vocero extraterrestre” que clonaba el look del subcomandante Marcos con su traje de fajina y su pasamontañas, y desde los estudios pioneros del piloto Ariel Rietti y el periodista Cristian Vogt a las gestiones recientes de Silvia y Andrea Pérez Simondini en el Museo Ovni de Victoria.
Entre otros personajes olvidados, Agostinelli rescata la historia de Francisco García, quien en 1973 se presentó en el programa Teleshow y les dijo a Víctor Sueiro y José De Zer que era el comandante de las fuerzas de Marte en la Tierra, “marciano por parte de madre a nivel de la tercera reencarnación”. García anunció un desembarco de platillos para el 20 de agosto de ese año en la laguna de Chascomús y estuvo a punto de ser linchado por la multitud que se reunió en el lugar y esperó que aparecieran los alienígenas.
Invasores… muestra además el modo en que los relatos sobre ovnis y extraterrestres pusieron nuevamente en circulación ideas y figuras de la tradición esotérica del siglo XIX, como los médiums, las técnicas espiritistas, la telepatía y el discurso de la teosofía y a la vez, en mélanges a veces indisociables de la fantasía y la ciencia ficción, inspiraron numerosas producciones artísticas, como las canciones de Arco Iris, la película clase Z Che, ovni, de Aníbal Uset en 1968, la historieta El regreso de Osiris (1973), de Alberto Contreras (donde una raza descendiente de los dioses egipcios llegaba de Las Pléyades para elevar el nivel espiritual de la humanidad y alertar sobre sus negligencias), y la maravillosa colección de figuritas Platos voladores al ataque!! (1969), conformada por cartones rectangulares a color que relataban una invasión extraterrestre con guión de Héctor Oesterheld y dibujos de Alberto y Enrique Breccia.
Desde la Comisión Observadora de Objetos No Identificados (Codovni), constituida en Buenos Aires a fines de los años 50, los investigadores y aficionados se reunieron en grupos de nombres frecuentemente largos y altisonantes. En 1964 surgió el Grupo Rosarino Observador de Ovnis (Godrov), integrado por Nicolás Manuel Ojeda, Omar Lampertti, Daniel Rubén Ramos y Rubén Roberto Nino.
Popularizada por Fabio Zerpa, la figura del investigador de ovnis reúne características distintivas: la voluntad científica, con la que históricamente trató de distinguirse de charlatanes y de líderes de grupos sectarios como el Lineamiento Universal Superior de la brasileña Valentina de Andrade; la queja por la falta de reconocimiento social a sus actividades y, como complemento, una autovaloración a veces desmesurada; la búsqueda de legitimación institucional, por la que privilegia las RRPP con organismos gubernamentales, en particular la Fuerza Aérea; y, finalmente, su ubicación en una zona gris donde se confunden los límites entre la creencia y la racionalidad.
La noche que se paralizó Canal 5
La primera observación de un ovni en Rosario fue reportada por Nicolás Manuel Ojeda en diciembre de 1952. En la esquina de La Paz y Francia, vio “dos objetos, que a la distancia tenían la forma de dos pelotas de ping pong que cambiaban sincronizadamente de color (y) de posición, subían, bajaban y después se empezaron a alejar desapareciendo abruptamente”. Pese a que “las vio todo el barrio”, los diarios no hablaron de aquellos objetos; y Ojeda, que por entonces tenía 13 años, resolvió dedicarse a la investigación del fenómeno.
Después del pionero Godrov de Ojeda, en 1965 surgió Edovni (Estudio de los ovnis), de Luis Reinoso y al año siguiente la Asociación Observadora de Astros. En principio dedicado a la difusión de astronomía en colegios primarios y secundarios, la AOA giró a la investigación de los ovnis, con Guillermo Aldunati. Fue en 1968, como consecuencia del impacto del caso Vidal, la historia de una familia supuestamente teleportada sin escalas desde la provincia de Buenos Aires a México DF después de entrar en una neblina. En Invasores, Agostinelli plantea que la presunta abducción tiene imprecisiones sospechosas -los Vidal nunca se presentaron en público para ratificarla- y fue en definitiva un fraude: “La voluntad de creer puede materializar leyendas sobreadaptadas, invencibles a cualquier refutación”, dice.
En noviembre de 1968, Aldunati participó como panelista en el programa Proceso contra los ovnis, que emitió Canal 5. Al modo judicial, el debate concluía con un dictamen, que para el caso fue que no había pruebas del fenómeno. “Se emitía un viernes a las 21 horas y terminaba a las 23 -contó Aldunati en una entrevista-. Eran las 23 y todavía estábamos en el aire y de repente el programa se cortó. Nosotros seguimos hasta el final, pero no nos dimos cuenta que el programa no estaba en el aire. La torre de Canal 5, de 230 metros de altura, un orgullo de la tecnología de esa época, se había venido abajo. Algunos decían que había sido cortada como si fuera con rayos láser”. Aparentemente había espectadores en el espacio que no estaban contentos con el programa y tenían malas pulgas. Por si quedaban dudas, “el veredicto no salió al aire, cuando dijeron culpable se desató una tormenta, hubo un apagón de luz en gran parte de Rosario y unos vientos casi huracanados de 80 kilómetros por hora”.
Otro hito ocurrió el 21 de junio de 1980 en el paraje La Viuda, zona rural de Arequito. El peón Angel Morassi, de 37 años, comenzaba su jornada a la madrugada. Cuando enganchaba el arado al tractor, advirtió un viento que removía con fuerza las ramas y de pronto la madrugada se volvió pleno día. Morassi cayó a tierra “y al levantar la vista vi una luz roja, como una bola que se iba y desapareció velozmente”, según contó.
Los médicos constataron una quemadura en la espalda. La denuncia fue a parar a la justicia, y el juez correccional Ernesto Giaccomini instruyó el expediente 601/80 caratulado “NN (Presunto Ovni) por lesiones culposas”. “Era una luz, pero desconozco si había algo en su interior, si se trató de un ovni o de otra cosa”, declaró Morassi, quien desistió de emprender una acción civil por daños y perjuicios contra el Estado, por no proteger el espacio aéreo, como al parecer le aconsejaban, y se mudó a Capitán Bermúdez, donde trabajó como empleado municipal.
Un postulado de los ufólogos es que existen determinadas zonas propicias para las observaciones. El modelo nacional es Capilla del Monte, que constituiría un triángulo con la Laguna de Mar Chiquita y Merlo, San Luis. Guillermo Aldunati describió otro triángulo, al que llamó Triprovincial, con vértices en Victoria, Rosario y Baradero, que albergaría fenómenos variopintos: luces, helicópteros negros, una “bestia peluda” divisada en Roldán y “grises”, enanitos alien del tipo de Roswell. El eje se trasladó a Victoria en agosto de 1991 cuando el camarógrafo Ramón Pereyra mostró imágenes de una extraña luz en la Laguna del Pescado y desató un boom.
El Museo Ovni de Victoria, creado en 2003 por Silvia Pérez Simondini, y el Grupo Visión Ovni, impulsado por su hija Andrea, son activos gestores de la “investigación científica del fenómeno” como proclaman en una página web con abundante información (www.visionovni.com.ar). Ambas impulsan la Comisión de Estudio del Fenómeno Ovni en la Argentina (Cefora), donde reúnen firmas “para que el Estado Argentino desclasifique sus reportes de ovnis”. La iniciativa retoma la Operación el Derecho a Saber, que organizó una marcha frente a la Casa Blanca en 1994 y tuvo su versión nacional. Además realizan trabajos de campo sobre mutilaciones de ganado y agrogramas, como se denomina a los dibujos en forma de círculo o de anillo en campos de cultivo (popularizados por la película Señales, de M. Night Shyalaman). Actualmente tienen bajo estudio los signos hallados en el aeródromo de Carmen de Areco.
En octubre de 1959, cuenta Alejandro Agostinelli, el diario Córdoba publicó una serie de notas sobre el caso de un hombre no identificado que fue “transportado en un Disco Volador de Júpiter, que cubrió la distancia de mil quinientos kilómetros existente en línea recta de vuelo entre Bahía Blanca y Salta, tan sólo en doce segundos”. Los artículos estaban firmados por Agor, nombre de un extraterrestre con el que aseguraba contactarse Oscar Pérez Alemán, presidente de la Asociación de Hermandad Cósmica.
Las abducciones, como sería el caso de ese “hombre de negocios”, “hacendado” o “profesor de matemáticas” -Agor no se puso de acuerdo consigo mismo-, constituyen un fenómeno con nutrida casuística, y tienen un estudio especializado: Los extraños. Abducciones extraterrestres en la Argentina (2000), del psicólogo Juan Acevedo y el psiquiatra Néstor Berlanda.
Iniciado en el tema a través del grupo Investigación de la vida extraterrestre (IVE) cuando tenía apenas 12 años –“nos reuníamos los sábados a la tarde, juntábamos recortes de diarios, leíamos las revistas 2001 y Cuarta dimensión y la enciclopedia Cíclope”-, Berlanda fue uno de los organizadores del congreso sobre abducciones que se realizó en el actual Centro Cultural Fontanarrosa en 1988, que contó con la participación de los abducidos más famosos del país: el agricultor pampeano Julio Platner y el peón venadense Juan Oscar Pérez.
Berlanda estudió in situ ambos episodios y el de una familia de Cipoletti -también de apellido Vidal, como la de 1968- que en 1994 dijo haber sido teleportada entre San Antonio Oeste y General Conesa cuando viajaba en una Traffic. “En ese momento viajamos al lugar para profundizar la investigación –recuerda-. La familia manifestaba que sintieron un sueño profundo, se durmieron en la ruta 3 frente a las luces de San Antonio Oeste y dos horas y media después despertaron en la ruta 251, a 93 kilómetros. Le hicimos una regresión -es una técnica de relajación que busca recuperar recuerdos inconscientes- a la mujer, que tenía tres marcas en el brazo, unos puntitos triangulares, y al hijo. La mujer dijo haber visto a unos nenes con ojos grandes y una señora más alta y afirmó que la acostaron en una camilla. Ambos coincidieron en decir que habían sido llevados al sitio donde aparecieron”.
La Fundación Mesa Verde reactualizó la historia de Juan Oscar Pérez, quien testimonió sobre una abducción el 6 de septiembre de 1978, en Venado Tuerto, cuando tenía 12 años. El caso es el tema de una película en rodaje, Humano. El llamado guaraní, de Alan Stivelman, que plantea “la relación que tiene con el chamanismo guaraní”. Según Berlanda, los relatos sobre contactos con alienígenas “sigue los mismos patrones” que los de la iniciación chamánica y deben encuadrarse entre los episodios de “estados particulares de conciencia”, una perspectiva resistida por otros investigadores.
Berlanda se remite a una autoridad de la ufología: “J. Allen Hynek planteaba que no investigamos ovnis sino informes de personas que dicen haber visto ovnis. No tenemos el objeto de estudio, sino testimonios. La forma de investigar es entonces aplicarse al testigo, las circunstancias y los estados modificados de conciencia”. En consecuencia sostiene que “a la gente le pasa algo en ese tipo de encuentros, pero que no tiene que ver con lo extraterrestre: hay un encuentro con algo de naturaleza desconocida que repite las iniciaciones ancestrales y al tomar elementos de la conciencia y de la cultura provoca la manifestación ovni y también otros sucesos, como las apariciones marianas”.
De los objetos parecidos a platos que vio Kenneth Arnold en el cielo de Washington a las luces lejanas en el cerro de La Matanza, en Victoria, los ovnis han sido observados de muy diversas formas. Algunas representaciones fueron burdas, como el ET de Roswell, y otras paradójicas, como la que sugieren las mutilaciones de ganado y los agrogramas, que parecen signos de una ausencia, indicios de lo que nunca termina de aparecer. En cualquier caso, capítulos de una historia que nunca se termina de contar.
FUENTE: Rosario Plus
FUENTE: Rosario Plus
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