Y así lo quería el Pentágono.
Durante años, ese programa investigó los reportes de objetos voladores no identificados, según funcionarios del Departamento de Defensa, entrevistas con participantes del programa y registros que obtuvo The New York Times.
Lo dirigía un funcionario de inteligencia militar, Luis Elizondo, en el quinto piso del Anillo C del Pentágono, en lo más profundo del laberinto del edificio.
El Departamento de Defensa nunca antes había reconocido la existencia del programa, el cual dice que se cerró en 2012. Sin embargo, sus promotores aseguran que, a pesar de que en ese momento el Pentágono eliminó el financiamiento de la iniciativa, el programa siguió existiendo.
Los funcionarios afirmaron que durante los últimos cinco años los encargados del programa han seguido investigando los episodios que les han presentado los miembros en servicio, al mismo tiempo que realizan otras labores del Departamento de Defensa.
Reid |
La mayor parte del dinero lo recibió una empresa de investigación aeroespacial que dirigía el empresario multimillonario y amigo de toda la vida de Reid, Robert Bigelow, quien está trabajando con la NASA para producir mecanismos expandibles que puedan utilizar los humanos en el espacio.
Bigelow |
Mientras trabajó con la empresa de Bigelow con sede en Las Vegas, el programa produjo documentos que describieron avistamientos de aeronaves que al parecer se movían a velocidades muy altas sin signos visibles de propulsión o que sobrevolaban sin que hubiera mecanismos aparentes que pudieran producir su elevación.
Los funcionarios que han trabajado en el programa también han estudiado videos de encuentros entre objetos no identificados y aeronaves militares estadounidenses, incluido uno de 2004 que se divulgó en agosto, en el cual dos jets de combate F/A-18F de la Marina apostados en el portaviones Nimitz que se encuentra en las costas de San Diego persiguieron un objeto blanquecino de forma ovalada, con un tamaño cercano a un avión comercial.
Reid, quien se retiró del congreso este año, señaló que estaba orgulloso del programa. “No me avergüenza ni me siento apenado ni lamento de alguna forma que este proyecto se haya iniciado”, mencionó Reid en una entrevista que le hicieron hace poco en Nevada. “Creo que es una de las cosas positivas que hice mientras estuve en el congreso. Hice algo que nadie había hecho”.
Otros dos exsenadores y altos miembros de un subcomité que invertía en defensa —el republicano Ted Stevens de Alaska y el demócrata Daniel Inouye de Hawái— también apoyaron el programa. Stevens murió en 2010 e Inouye en 2012.
Sara Seager |
“Cuando la gente asegura que observó un fenómeno que en verdad es inusual, en ocasiones vale la pena investigarlo seriamente”, afirmó. Sin embargo, agregó que “a veces la gente no entiende que la ciencia suele estudiar fenómenos que al final quedan sin explicación”.
En respuesta a las preguntas de The New York Times, este mes los funcionarios del Pentágono reconocieron que existía el programa, el cual comenzó como parte de la Agencia de Inteligencia de Defensa. Los funcionarios insistieron en que la iniciativa se había disuelto después de cinco años, en 2012.
“Se determinó que había otros asuntos de mayor prioridad que merecían el financiamiento, y que al Departamento de Defensa le convenía realizar un cambio”, aclaró un vocero del Pentágono, Thomas Crosson, en un correo electrónico.
No obstante, Elizondo señaló que lo único que se había acabado era el financiamiento del gobierno para la iniciativa, el cual se agotó en 2012.
Desde entonces, Elizondo aseguró en una entrevista que había trabajado con funcionarios de la Marina y la CIA. Dejó de trabajar en su oficina del Pentágono en octubre, cuando renunció como protesta por lo que el describió como una secrecía excesiva y un oposición interna.
Elizondo |
“¿Por qué no estamos invirtiendo más tiempo y esfuerzo en este asunto?”, escribió Elizondo en una carta de renuncia dirigida al secretario de Defensa, Jim Mattis.
Elizondo afirmó que la iniciativa seguía en curso y que tenía un sucesor, a quien se rehusó a nombrar.
Funcionarios del Pentágono dicen que el programa terminó en 2012, cinco años después de su creación, pero el funcionario que lo dirigió afirmó que solo se terminaron los fondos del gobierno pero las investigaciones continuaron.
En Estados Unidos, el ejército ha investigado en repetidas ocasiones el fenómeno de los ovnis a lo largo de décadas.
En 1947, la Fuerza Aérea inició una serie de estudios que investigaron más de 12.000 supuestos avistamientos de ovnis antes de que la iniciativa terminara de forma oficial en 1969.
El proyecto, con el nombre clave Proyecto Libro Azul, que comenzó en 1952, concluyó que la mayoría de los avistamientos involucraban estrellas, nubes, aeronaves convencionales o aviones espía, aunque 701 episodios quedaron sin explicación.
Robert C. Seamans Jr., el entonces secretario de la Fuerza Aérea, anunció en un memorando el fin del Proyecto Libro Azul porque “ya no se justificaba por motivos de seguridad nacional ni por interés científico”.
Los contratos que obtuvo The New York Times mostraron que el congreso se apropió de poco menos de 22 millones de dólares desde finales de 2008 hasta los últimos días de 2011. El dinero se utilizó en el mantenimiento del programa, la investigación y las evaluaciones de la amenaza que planteaban los objetos.
El financiamiento se destinó a la empresa de Bigelow, Bigelow Aerospace, la cual empleó a subcontratistas y encargó los proyectos de investigación para el programa.
Mientras Bigelow estuvo en el cargo de director, la empresa modificó varias edificaciones en Las Vegas para el almacenamiento de aleaciones de metales y otros materiales que Elizondo y los contratistas del programa aseguraron que se habían recuperado de fenómenos aéreos no identificados.
Los investigadores también estudiaron a personas que señalaron que habían experimentado efectos físicos debido a encuentros con los objetos y los examinaron para ver cuáles habían sido los cambios psicológicos que habían sufrido. Además, los investigadores se entrevistaron con miembros del servicio militar que dijeron que habían visto aeronaves extrañas.
“La situación es como lo que habría pasado si se le hubiera dado a Leonardo da Vinci un control remoto para abrir una puerta de garaje”, comentó Harold E. Puthoff, un ingeniero que investigó la percepción extrasensorial para la CIA y posteriormente trabajó como contratista del programa.
“Primero que nada, Da Vinci habría intentado entender qué es ese pedazo de plástico. No habría sabido nada de las señales electromagnéticas involucradas ni de su funcionamiento”.
El programa recopiló grabaciones de video y audio de incidentes con ovnis, incluidas las imágenes de un Super Hornet F/A-18 de la Marina en las cuales se ve a una aeronave rodeada de una especie de aura brillante que viaja a una velocidad muy alta y rota mientas se mueve.
Se puede escuchar a los pilotos de la Marina mientras intentan comprender qué están viendo. “Es toda una flotilla”, exclama uno.
Los funcionarios de Defensa se rehusaron a revelar el lugar y la fecha del incidente.
“A nivel internacional, somos el país más atrasado del mundo en ese tema”, comentó Bigelow en una entrevista. “Nuestros científicos tienen miedo de ser excluidos y nuestros medios de comunicación temen ser estigmatizados.
China y Rusia son mucho más abiertos y trabajan en este asunto con organizaciones inmensas dentro de sus países.
Países más pequeños como Bélgica, Francia, Inglaterra y algunos sudamericanos, como Chile, también son más abiertos. Son proactivos y están dispuestos a discutir el tema, en vez de dejarse reprimir por un tabú pueril”.
Luis Elizondo, quien hasta octubre lideró el proyecto del Pentágono para investigar a los ovnis. Renunció para protestar contra lo que define como un secretismo excesivo y la oposición interna al programa.
En la carta de renuncia que presentó el 4 de octubre, Elizondo indicó que se debía prestar más atención a “todos los informes de la Marina y otros servicios que han experimentado interferencias en plataformas de armamento militar causadas por sistemas aéreos inusuales con un despliegue de capacidades muy superiores a las de la generación actual de aeronaves”.
Elizondo expresó su frustración ante las limitaciones que se impusieron al programa al decirle a Mattis que “sigue existiendo una necesidad vital de establecer las capacidades e intenciones de estos fenómenos para el beneficio de las fuerzas armadas y la nación”.
Por su parte, Reid mencionó que no sabía de dónde provenían los objetos. “Si hay alguien que dice que tiene las respuestas ahora, se está engañando”, afirmó. “No las sabemos”. No obstante, comentó que “tenemos que empezar por algún lado”.
Source: https://www.nytimes.com
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